21.3.10

Él es el rebelde del acordeón

Sonidero nacional/Tarareando el compás/Salido del barrio vallenato free style/Sonidero nacional/Tarareando el compás/Salido del barrio to meca mexican/meca mexican. Estoy enamorada de Celso Piña. Cejudito, acordeonista y con una cadencia deliciosa al bailar. En unos días, el 6 de abril llegará a los 57 años. Es Aries y no se peina el cabello, deja que se le arremoline en la frente, el viento lo acomoda y reacomoda. Luna llena mi alma de cumbia/Saca de mi la locura/ Y llévame a la luz y a la paz/ Güe güe güe güea/La cumbia. La primavera entró hace unas horas con sus teclazos de acordeón, una camisa estampada de flores y su buen humor. ¿Será casado?

El video de hace rato en el Centro Nacional de las Artes. No me explico cómo no se atestó el lugar.

12.3.10

Todo llega

Blythe nació en 1972 y murió unos meses después. La primera vez que busqué sus ojos, yo tenía 20 años y ya estábamos en en el siglo 21. Azules, rojos, grises, ambar. La muñeca de cabeza grande, naricita recta y labios del antónimo de frugal. Daniel, mi novio, conociendo mis gustos cuasinfantiles me regaló una plantilla de calcomanías, presumo que pirata (no porque él tuviera esa costumbre, sino porque en aquellos tiempos no existía rastro de aquella extraña niña medio sensual), en la que se desplegaban esos ojos incontenibles en distintos tonos. Me encantó. Esa tarde hicimos el amor por primera vez y yo pegué todas las estampas en mi taza preferida, porque además tenían un algo de plastificadas (después dicho utensilio pasó a formar parte del mobiliario de Daniel cuando nuestro noviazgo concluyó). Acostados, me reveló el lugar donde había comprado tan bonito obsequio: un puesto en el Chopo. Volvió la semana siguiente y ya no estaba. Recuerdo que me llamó por teléfono para decirme que "el mono había desaparecido". Supusimos que el negocio de la fayuca lo hacía un nómada y, seguramente, justo ese domingo se hallaba en otro bazar. Iniciamos la búsqueda, prometimos que el rastreo de Blythe abarcaría todos los lugares que visitáramos. Por aquellos días, solíamos hacer varios viajes escolares a provincia: Oaxaca, Guanajuato, Zacatecas, Chiapas, Tabasco. Cinco años y nada. Meses después de separarnos, Daniel y yo nos citamos en un café del Centro y al despedirnos me preguntó si mi búsqueda había concluído. Le dije que no; pregunté lo mismo. No, respondió. Una noche, mientras chateaba en el ICQ (andaba nostáligca y anacrónica), se me ocurrió googlear a Blythe. Como si todos los tiempos se hubieran concentrado en la pantalla del monitor, vi pasar uno a uno esos ojos. Era la página de Gina Garan: una abundante coleccionista de estas muñequitas que había hecho de su gusto magníficas fotografías a color compiladas en un libro-álbum llamado This is Blythe. Supe, entonces, que la muerte repentina de este juguete se debió a su poca fama entre las niñas de los setentas, pues tenía una cabezota y unos ojotes que provocaban algo así como el terror sembrado por Chucky (hago una comparación contemporánea, pues). Los ejemplares ya sólo se conseguían vía Ebay, Mercado Libre y esas cosas por más de 200 dólares. Me enteré que cada año se organiza en Tokio el Annual Blythe Charity Fashion Show, al que acuden cientos de diseñadores con sus propuestas de vestido para la Blythe. Bueno, Galliano, Gucci, Miyake y Versace le han confeccionado atuendos. Cuando viajé a Toronto por motivos de trabajo hallé el álbum de Garan y lloré bajito entre los estantes de la librería más grande que he visitado hasta la fecha: como El Péndulo unas tres veces. Ese día me senté al sol en una banca roja frente a la estación de trenes, creo que en Bay Street; las tardes anteriores el viento volaba las faldas de las canadienses, esa fue quieta y calientita. Ayer, llegó a mis manos una Blythe con outfit de pirata en una bolsa de ligero cartón rojo. Es diminuta, tiene el cabello fucsia y trae con ella tres cambios de ropa, geniales. Es la primera de mi colección. Ya le tomé unas fotos. Se las presento.


11.3.10

Cosas de valor

por Ambar Past
Estoy ahorrando para comprarme un orgasmo
y una buena noche de sueños.

También necesito una montaña cubierta de neblina cuando amanezca

y el canto de cinco mil zanates

No, colibríes, diez kilos destos color verde metálico, por favor.

Alguien que me diga que soy maravillosa

mínimo trece veces la hora.

Un reloj de cuco que se acuerde de mi nombre.

Quiero cincuenta años más de salud

para todos.

¡Yo invito!

Pelo nuevo, dientes blancos,

arcoiris dobles,

cascadas de agua dulce para bañarse desnudo.

Voy a llenar la canasta.

¿Puedo empeñar mi buen nombre?

¿A qué tipo de cambio?

Una gruesa de poemas sería buena inversión.

¿Cuánto costaría sentirme joven?

Dame varias hectáreas de eso.

La risa vale su peso en oro.

¿Te podría contratar para contarme chistes?

¿Cuánto cobrarías por hora

para reir de los míos?

¿Es tu mejor precio?

¿Aceptas cheques?

¿Me envuelves, por favor,

como regalo?

9.3.10

Bubbles

Abraham dice: si las circunstancias hubieran sido diferentes a mí me habría encantado estar con una chica como tú...

mallas de rayas dice: sí caray, a mí también.

Ahora Abraham y yo somos buenos amigos, cuando nos encontramos en el mensajero platicamos sobre pelis o sobre nuestros desordenados horarios y la urgencia del Fonca. Hoy, después de tanta turbulencia emocional hablamos sobre lo que sentimos y hasta me dijo que lamentaba el caso de mi ex porque tiempo después se daría cuenta del tipo de mujer que había perdido. Me reí nerviosa, le dije que agradecía el cumplido pero que sabía por qué lo decía: yo había sido su mejor alumna de dramaturgia. Se rió y lo negó. "Había mejores", dijo. Reímos carcajadas de pixel. Luego vino el dialogo que aquí reproduzco y luego, lo mejor: una invitación a colaborar en Pasodegato. Suave. Así que a partir de junio podrán leer, cada mes, a esta servidora de té en la sección de los chamaquitos.

8.3.10

A ratos me sorprendo recordándote

El taller de cuento será en su departamento cada sábado. D tiene los ojos grises y regala libros porque ya no le queda espacio libre. Cuando Alejandro me reenvió el mail que contenía la dirección y las condiciones, me llamó la atención, primero, el lugar: sería muy cerca de mi casa y, después, el entusiasmo que manaba de las palabras de D: "Pretendemos, entre otras cosas, que cada sesión sea coordinada por un integrante distinto para así practicar nuestra faceta de talleristas por si luego sale chamba de eso... queremos, además, invitar a un escritor reconocido una vez al mes para trabajar un texto con él...". D coordinó en esta ocasión. Analizamos el cuento "Los muros enemigos", de Melo, y él, sabedor y sencillo, nos contó un poco sobre la vida del autor veracruzano. Tiene un tic apenas perceptible cuando habla: se toca con mesura la punta de la nariz. En mi turno, elogié la sintaxis dislocada y coincidí con D en la función rítmica de la tara: "Josefina, Josefina, Josefina". Después, ya sola, en mi casa, concluí que la alianza intelectual, en mi caso, a veces es una forma de coqueteo sutil. D tomó muy en serio nuestra sesión. Es todo un profesional. De paso se aventó un speech sobre la Generación de Medio Siglo, la formada por Juan García Ponce, Inés Arredondo, Salvador Elizondo, el propio Melo, Sergio Pitol y José de la Colina, entre otros. Cuando dijo que no hace mucho había publicado un ensayo sobre Melo en la revista Tierra Adentro uní su rostro con sus palabras y, como si el viento tuviera agua, sentí la frescura hasta el septimo de piso del edificio donde estábamos. Recordé que ya había leído el texto, muy bueno por cierto. Lo pueden consultar en el número 160. La edición se llama Los lenguajes de la enfermedad. Es el primerito, con el que abre la revista pues. Estudió Letras Hispánicas en la UNAM y ahora está por concluir su maestría sobre Farabeuf, de Elizondo.  Aún sé muy poco de él (de D, no de Elizondo), pero su pasión me deslumbra. Al final, fue el encargado de estipular las fechas de monitoreo (ja). Se supone que cada uno de nosotros sugerirá un cuento específico para analizarlo juntos durante el taller. Yo llevaré uno de Clarice Lispector. Por lo pronto, ya están confirmados Alberto Chimal, Daniel Sada y,  es muy probable, que Eduardo Antonio Parra (me toca convencerlo) para que acudan a una sesión, donde cada uno de nosotros leerá el cover que le haya hecho a algún cuento del autor en cuestión. Algo así como un pastiche. Uf. Estoy emocionada. Ya les cuento.