31.1.11

Ay, dulce esperanza


De cuando tenía el cabello largo casi como Rapunzel
Él también es mi hombre favorito. Porque siempre que estoy a punto de salirme de un trabajo con el pretexto de que no me deja tiempo para escribir mucho menos para leer, llega con un nuevo descubrimiento, y me hace creer, once again, que, junto a él, nunca podré estar lejos de las letras, los puntos y las comas. Porque se permite hacer un picnic de postres cercado por las paredes de un importante y gran hotel, a la luz del foco blanco de una pequeña mesa, desde la que suenan las canciones que ambos hemos pedido para nuestro respectivo funeral. Porque podemos huir de reuniones familiares de puntitas y con una carcajada. Es mi hombre preferido porque sabe lo que me gusta y lo que no con una mueca o el deletreo apenas audible de mi voz. Ha sabido cómo hacerme sonreir un lustro y aunque no le vendría mal un poquito más de tacto, su abrazo es tan amplio como para resguardarme de la maldad de todo el universo. Porque ha aprendido a burlar los peligros de la calle con un cigarro en la boca, paso seguro y algunas palabras de reconocimiento hacia el presunto enemigo. Como en el arte, me dice lo mismo que todos pero busca siempre una forma nueva, suya. Porque sus manos son el mejor molde para mis senos pequeños. Y su aliento tiene notas de eucalipto y jazmín.   

27.1.11

You dream it, we'll bake it


Si alguna vez tuviera que engañar a mi novio; si no me quedara otra opción habitable en un mundo donde la infidelidad se volvió condición de vida (recuerdo algún cuentito de Enrique Serna sobre una población obligada a cubrir una cuota de orgasmos por día), pasaría el resto de mis días al lado de este hombre: el chef Duff Goldman. Pachoncito, con barba, ojos adormilados, cejas pobladas y un don para convertir el azucar glass y la crema pastelera en una escultura a la brava. Sopletes, lijadoras y sierras mecánicas no son herramientas usuales del negocio de un pastelero, pero, Duff  no es cualquier cocinero. Ha cambiado las cucharas y la batidora por aparatos eléctricos de alta potencia para dejar a punto de turrón las claras de huevo. Una dulce caricia de la violencia cubierta de chocolate. ¿Qué más puedo pedir?
El espíritu sin límites de este muchacho lo convierte en uno de los artesanos culinarios más innovadores de la industria, hacedor por excelencia de piezas de arte comestibles. Un bocado imperdible Es dueño de Charm City Cakes en Baltimore, hermosa pastelería que abre previa cita, donde trabaja con otras once personas que hacen pasteles, escuchan música y comen mucho mucho sushi.

almond


almond amaretto cream


apples and cinnamon


banana caramel


bananas foster


beurre noisette


black forest


blackberry sourcream


blueberry muffin


brownie


butterscotch walnut


cardamom and pistachio


carrot


cherry and almond


chocolate


chocolate cherry


chocolate chip muffin


chocolate espresso


chocolate mint


chocolate orange


chocolate raspberry


curry caramel


dulce de leche


egg nog


ginger and green tea


italian orange and vanilla


lemon


lemon curd and berries


lemon poppyseed


marble


mudslide


orange and ginger


peaches and cream


peanut butter and jelly


peanut butter cup


pear compote and ginger


pear spice


pecan pie


pineapple coconut


pumpkin and cinnamon


pumpkin chocolate chip


red velvet


smores


strawberry shortcake


tiramisu


white


white chocolate raspberry


yellow


yellow buttercream


Estos son algunos de los sabores de sus panes y costras, y yo me pregunto a qué sabe el pastel de terciopelo rojo, el de marmol. Imagino a Duff mientras diseña uno en forma de flamingo y explica la dificultad de balancear la tarta en las largas y delgadas patas del rosita animal.
Toca el bajo en la banda so I had to?

24.1.11

Niñez

                                                  Jorge Telleache
La calle estaba sola. Había anochecido temprano; serían las cabañuelas. Sus figuras eran dos espantapájaros en la noche, cuando ya no hay aves que asustar. Malva supuso que pedían dinero. ¿Esperan a alguien?, pregunto, pero no pudo terminar de entonar cuando vio que ambos niños lloraban. La oscuridad vuelve maduras las siluetas de los niños. ¿Por que lloran?, volvió a preguntar. El mayor, de unos 20, balbució que los que vendían discos en el metro les habían quitado su dinero y ahora no tenían cómo regresar al pueblo. Malva solo llevaba un billete de 50 pesos. ¿Cuánto necesitan? El más pequeño aún sollozaba. 180, contesto el otro. Se acercó Mauricio tras estacionar el coche con los faros parpadeando. Les dieron el doble y los muchachos se echaron a correr. Si no se apuran ya no alcanzan transporte, pensó Malva sin decir nada a su esposo. Por la noche, en la cama, Mauricio cuestionó el comportamiento de su mujer. Ella se molestó y le pidió que no se atreviera a criticar su caridad. Pero eran los hijos de la señora Paula. Los reconocí, ¿por qué crees que se echaron a correr? Malva se acostó en silencio, sin saber ya si estaba enojada. Por la mañana, salió con el pretexto de ir al gimnasio pero se dirigió a la casa de su vecina. Llamo a la puerta; nadie contesto. Un canalillo de sangre seca decoraba el tapete de bienvenidos. Recordó. Aquella mujer había salido huyendo de sus hijos que le hirieron las manos con unas tijeras. La sangre de las manos es muy roja. Se jubiló, se cambió de casa y nada más se supo de ella. No está muerta. Por eso los niños esos lloraban.

13.1.11

Fear for tears

                   Pequeños dilemas sucediendo en mi interior / Foto: Elisa Malo