5.4.10

Fuiste a pescar; yo huía


He sido mala amiga en dos ocasiones. La primera vez le cambié la letra a la rola de Arjona, "Te conozco", añadiéndole unos versos que aludían a la complexión de mi mejor amiga N en aquellos días por demás delgada. La nueva versión la cantamos a coro, otra amiga (rival de N), la tía de la amiga, el hermano de la amiga y hasta el esposo de la tía de la amiga, cuando N salió de su casa con la intención de platicar un rato con su amor de adolescencia que jugaba futbol americano en la calle frente al edificio. "Te conozco desde el pelo hasta los hongos de los pies...Sé que dices que pesas 20 cuando pesas 16". Lírica ofensiva. Aún recuerdo la mueca de N al escucharnos en el pasillo: como si intentara contener en los labios el grito que se le desbordaba por los ojos. Nos perdimos la pista durante un año; cuando la enemiga de N que me hizo descubrir un trocito de mi cielo nublado, de mi lado oscuro, se fue a su tierra, ella vivía en Puebla, yo le ofrecí una disculpa a N. Me perdonó el arrebato y hoy podemos presumir nuestra amistad de casi dos décadas.
La segunda vez yo era una preparatoriana preocupada por el color de sus zapatos, o sea frívola y coqueta. Jazmín y yo congeniamos al instante. Nos reíamos por todo. Al tercer día de clases comimos juntas en mi casa. Entonces llegó Claudia, una gordita que se vestía de negro y maquillaba su cara con Angel Face en tono clarísimo. Nos platicaba de sus deseos por formar parte de la tribu urbana darketeña. Ahora las risas eran voluminosas, espesas. Casi sin notarlo, Claudia se ausentó de la escuela. Jazmín y yo seguíamos riendo. No recuerdo habernos preguntado sobre el paradero de la gordita. Un mes después, el padre de Claudia nos fue a buscar al salón para avisarnos que su hija se había caído de un quinto piso, lavando los vidrios de las ventanas de su habitación. El saldo: la columna fisurada, trauma craneoencefálico, las dos piernas rotas, etc. Sigo sin poder explicarme por qué ni Jazmín ni yo fuimos a visitarla al hospital, tampoco la llamamos, no escribimos un correo preguntando sobre su estado de salud. La olvidamos. Hace un tiempo me pareció verla en alguna calle del Centro. Nos miramos años en unos segundos. Me sentí culpable, mucho. Jazmín y yo somos amigas desde hace una década, ella tiene un café en el sur donde hace unos frathés mentolados bien buenos y se las ingenia para terminar su maestría en administración de empresas.
Dos mujeres han sido malas amigas conmigo y es curioso pero ambas no soportaban que "yo nunca hubiera sufrido", decían con encono apretado. A una ya la olvidé, a la otra deberé empezar a hacerlo.