24.10.10

Ahogo semítico

“Entonces sus amigos, su adorada mujer
y los discípulos que ya se habían ido,
le dijeron ¡ven!
Y Alí lo dejó todo"
(Otoño, 2010)



Amiga,

Este es mi nombre en hebreo, tengo escasos conocimientos del idioma, apenas sé que se escribe y lee de derecha a izquierda. Tuve un novio que lo estudiaba en el CELE, seguro lo recuerdas, solíamos deletrear intercalando besos en los pastos montículos del jardín a la salida de esa escuela de idiomas. Lo único que aprendí a decir fue "religión", "te amo" y "petróleo". El lenguaje configura el cosmos personal. El mío, por aquellos días, ávido de fe. Algo en qué creer además de los finos hilos de la confianza y el respeto de una primera relación amorosa que se sustenta en planes y colisiona ambos universos en la cama. Leía libros sobre los líderes espirituales. Creo que estuve a punto de sucumbir al Hare Krishna, sus preceptos me parecían convincentes, por lo menos más que los del budismo zen y la musulmanía. Me volví vegetariana, asistí a pláticas informativas, bailé y al final, no me convertí porque eso implicaba cortarme el cabello a rape. Y ya. El de él, aterrizaba en pendientes marxistas y la exposición sobre el petróleo para la alguna clase de geopolítica. Así era la vida. Es probable, incluso, que aquel novio me haya enseñado a escribir mi nombre en hebreo y yo, aunque hubiera querido, compartirle algo de lo revelador que resulta la lengua francesa, la verdad es que el suyo se escribía igual en francés, inglés y español. Pero eso no lo recuerdo bien, es difuso. Lo que sí puedo decir es que así era la vida. En cambio ahora que veo este trozo de cartulina con cinco signos azules ininteligibles, prefiero imaginar que el primero es una casa de aves en el invierno, el segundo el tronco desmembrado, quizás el tercero sería el sube y baja abandonado por el frío, el quinto la luna menguante y el último los años. Me gustaría decir que son 60, pero la realidad es que sólo llevo 27 de portarlo y levantar la mano cuando alguien lo pronuncia. Ya decía ese poeta chileno: “sucede que me cansó de ser hombre…” El papelito me lo dio un joven disfrazado de oráculo mientras caminaba por el centro de la ciudad. La estatua viviente en túnica crema lanzó la primera piedra. A cambio le di tres pesos. Tres pesos por mi nombre en hebreo. Tiene tanto que no platicamos, quisiera decirte que por aquí las cosas siguen más o menos igual. He vuelto a llorar en las cabinas de teléfono. ¿Te acuerdas del chico por el que dabas la vida en la prepa? Se casó con la sobrina de su primera novia, tuvieron un hijo, y están a punto de firmar el divorcio. Algo así como no convertirse en devota de Prabhupada por no quererse cortar el cabello de una buena vez. Ahora que lo pienso, era una buena idea. He escuchado decir a la gente que raparse es un buen método para aumentar el número de folículos pilosos. Siempre he querido tener mucho cabello. Pero la gente no es confiable. Esa misma que sugiere remedios para la jaqueca y tips para llegar tarde a la oficina, puede quebrarte el corazón con un guiño desmedido. A veces siento miedo. El ser humano aprisiona la belleza entre las paredes del corazón y se olvida de su rehén color magenta. En un chasquido, el corazón se hipotermia, enfriando los proyectiles de sílabas que van directo al pecho del otro. Es irremediable. Y es que la gente, sin deliberación, hiere. Sería mejor disponer en el armario de chalecos anticongelantes, que mantuvieran las vísceras calientitas y enamoradas. De esa forma ni nos darían ganas de altisonar. No me he sentido bien estos días. Disculpa la confesión, no quisiera agobiarte. Una mujer dijo en televisión, frente a su esposo, que si tuviera que elegir entre su pareja y un viaje a otro país, escogería lo segundo. Así como el chico por el que dabas la vida en la prepa que embarazó a la sobrina de su primera novia y luego la dejó para volver a la casa materna. A mí, desde hace unos años que ya no me da mucho el sol. He dejado de hacer ejercicio y leo poco. Cuando siento que las pinzas anchas de la tristeza me atenazan, pongo una mano en la barriga, la otra en el pecho, y respiro. Inhalo, sostengo, exhalo. Tres veces diarias. Aquí estoy, tratando de morirme menos. Me alegra saber que estás bien.

17.10.10

Los celos

Siempre las manos frías. Mis pocas horas libres sin descanso. La mente dando vida a vínculos posibles e imposibles. Las mujeres que conoces; los hombres que conozco. Los gritos. Siempre el temblor de las manos, el calor en el cuello, los ojos me arden. Cada vez que suena el teléfono. Que si llamas, que si no lo haces. Siempre las manos frías. No puedes hablar de ellas; te pones raro y callado. El fin de lo nuestro cada seis meses. Ya no lo aguanto. Varios nombres nuevos, una cara nueva. Que si yo la agregué al Facebook. Que cómo me atrevo. ¿Cuándo se acabó la posibilidad? Aunque no sea culpable, siempre lo seré. Me gustan todos, te gustan muchas. ¿Por qué no aceptar de una vez que somos humanos? ¿Por qué no decir que, a veces, se antojan los labios? Un inicio de novela decía algo así: "Quiero que me cojan todos los días y todas las noches". Siempre las manos frías. Las llamadas que no contesto no son las tuyas. Las llamadas que no recibes no son las mías. Escribo cartas inconclusas que se quedan prendidas a tus armarios. Su llamada será transferida al buzón. Que si no bebo, que si no fumo, que si tú no comes pasteles. El amor diluído en engaño, el insomnio sobreviviendo a las noches. Afuera hay nueve perros grises raspando la puerta con los colmillos. No apagues la luz. He puesto un letrero en la pared: confianza. En minúsculas. Sola invento los escenarios de la desgracia. Yo en la casa mientras leo, tú en la calle mientras analizas el iris de alguna más. Es posible. Y no porque tú quieras, ni yo. El mercurio en la mano apretada se desborda por las comisuras. Lo que me dices, lo que te callas. Siempre las manos frías. Reviento en ira. Ni mis luces, no estoy hasta nuevo aviso. Después esa piel tuya en la que me entusiasmo. Te debería amar a lo largo del día sólo un par o dos pares de horas. Y así olvidar tu sonrisa y eso que tú sabes que gusta. Entonces podría escribir sobre los ojos que se vuelven planetas y la euforia. Que tu rostro fuera el retrato desconocido de un pintor famoso. Que los besos que a veces propinas, unos destellos fugaz. Luego los días. Una tranquilidad raquítica se cuela por los orificios del corazón. Nuevos acuerdos, nuevos tratos. No estamos en la Conferencia de Postdam. Pero los objetivos incluyen el establecimiento de un orden de posguerra, asuntos relacionados con tratados de paz.


Muñeca Blythe, fotografiada por Gina Garan

1.10.10

Desgracia particular

Anoché me dormí viendo cómo la chef Paulina Abascal preparaba un bizcocho de almendra esponjoso; hoy desperté con ganas de pan francés, y cuando quise hacerme un par no tenía los ingredientes necesarios.

CORO: Tragedia, tragedia.

DESTINO: Tragedia es tener los ingredientes necesarios, pero no los utensilios...

Tragedia es no tener los ingredientes, sí tener los utensilios y tener que desayunar huevos con jamón.

CORO: Tragedia, tragedia.

DESTINO: Tragedia es la que viven las víctimas del alud en Chiapas y Oaxaca. Los inundados en Veracruz.

¿No te parece suficiente tragedia desayunar huevos con jamón y tener cita en el IMSS para reponer un número de seguridad social?

CORO: Tragedia, tragedia.

DESTINO: Tragedia es la que está sucediendo en Ecuador.

¡Ay, mi frivolidad! ¡Cómo sufro por ella!


Excelente pieza del escultor Miguel Ángel Madrigal