8.11.11

Afrodita en bronce se agacha para quitarse la sandalia

En veinte minutos se espera que un asteroide como el que cayó en Yucatán hace un montón de tiempo y extinguió a los dinosaurios pase muy cerca de la Tierra. Nadie ha comentado nada, los muros del Facebook están al tope con estados hipermodernos de quiero un café, nada me llena más que tú, tengo los huesos cansados, soñé que era una mujer; las oficinas exhalan los alientos oxidados de varios trabajadores que hoy no salieron a comer; las madres en sus casas pasean el índice por los marcos de la foto familiar. Me pregunto si, incluso, yo misma terminaré de escribir este texto o la explosión universal volará mis letras en millones de esquirlas. Sería hermoso que al estallar cada una despidiera el sonido de la letra que le corresponde. La mejor forma de terminar con el mundo sería con un concierto atonal de grafías por los aires. Tal vez no suene como los violines del Titanic, pero por lo menos tendremos la certeza de que lo que alguna vez dijimos se reintegrará a las moléculas del universo. Así cuando, el mundo vuelva a serlo, la puntita de los pastos, y las membranas de las gotas de agua llevarían en sus filamentos el recuerdo de la asombrosa especie que fuimos. Nos sobran seis minutos de vida y nadie hace nada. Yo prometí llamarle a madre y padre tras el paso del cometa.