28.9.09

Boy

El único rastro de cabello en su cráneo era una estrella mediana cuyo pico inferior se unía con deliberación al crecimiento caprichoso de la patilla derecha. Lo demás, rapado. Lo mismo se disfrazaba de general londinense que de barbero victoriano. No alcancé a oír su nombre, sólo su apellido: Viqueira. A la fecha no lo sé, su nombre. Cuando lo conocí me apuntó en la cabeza con una Sako Tikka fabricada en Finlandia. Con los días, nuestro trato se hizo más cordial. Una mañana, en el mensajero electrónico me pidió un favor: un mensaje por celular. ¿Cómo? Con una redacción apenada, comentó que no tenía saldo en su teléfono y que si yo podía enviarlo. Acepté. “Leonor, me quedé dormido, te veo a las 5 en el resto de los higos. Viqueira”. Mientras redactaba su petición, dos moscas volaban en mi habitación. “¿Es posible que dos moscas hayan entrado por la ventana? ¿Las moscas duermen?, ¿los moscos, no?”, intenté responderme. Tecleé el teléfono y casi de inmediato sonó el mío con la alarma de mensajes recibidos. Lo miré y era el mismo que había mandado. Pensé en una equivocación, un lapsus, uno de esos momentos raros en que todo se confunde. En la pantalla de la computadora brillaban en negro los dígitos de mi celular. Recordé aquella noche en casa de sus amigos. La invitación fue generalizada. Iríamos un par de actores y los entomólogos anfitriones de la cena. Pensé en no ir; no sé cocinar y él sería el chef. Supuse que no le agradaría tener una pinche tan inconsistente en sus conocimientos culinarios. En la cocina, nos besamos con intermitencia y pudor, más mía que de él. Como entrada, preparó una ensalada de espinacas con cebolla morada cristalizada y queso de cabra. El plato fuerte consistió en un pollo con especias: anís estrella, canela, cardamomo, miel, soya y pimienta. Lo mejor fue el postre: trocitos de zanahoria frita con crema de cajeta y helado de coco. Delicatessen. Entonces Leonor encarnó. Habló con las palabras derramándose de la boca. Ella es una investigadora y escritora que se dedicó a recopilar los textos primeros de un grupo de literatos gordos y elegantes, cuyo sueño era escribir sus cuentos en un lugar mítico como la Santa María, de Onetti, como la Yokanoséquémás, de Faulkner. “Ahora sabes que estaremos a las 5 en ese lugar, Diana. Podrías espiarnos”, tecleó en el mensajero. Hoy nos veremos en la noche. Tiene ensayo en CU y yo lo alcanzaré en la cafetería del CCU. Dijo que hizo la reservación a mi nombre: Leonor Enciso.

21.9.09

No me quiero enamorar

Julien tiene un tatuaje en la ingle izquierda. Es un símbolo samurái. No tiene que desnudarse para mostrarlo; sí tiene que quitarse la ropa para enseñarlo completo. La tinta negra aún parece fresca en su piel. Hace un par de años, él y su mejor amiga fueron juntos a dibujárselo. Los siguieron otros más. Hoy, son seis o siete quienes lo portan. Es circular. Palomas y perros cancerberos hacen una danza eterna. Julien ha leído el Hagakure, yo nunca. Es el libro de los samuráis. Sí, hay manuales para serlo. Él no quiere ser uno de ellos, pero algunos códigos le parecen "relevantes", no "interesantes", tan sólo relevantes. Su interés surgió de una película. Es curioso, mis últimas parejas también se tatuaron a partir de algún libro, de alguna banda. Él lo hizo después de ver Ghost Dog, de Jim Jarmusch. Julien es exquisito. Coincidimos en nuestro gusto por el lenguaje. Siempre ha tenido novias con buena ortografía; yo también. Nos resulta sexy que el prospecto escriba correctamente. Una mala sintaxis podría minar nuestras ganas. Es una pedantería, lo sé, pero cuando son dos los partidarios, la necedad se vuelve un simple gusto. Julien me ha recomendado a Marie Darrieussecq (achis, en esto sí tuve que echar mano del google, vaya apellidito), una escritora francesa. Me prestará su novela, se llama Marranadas. Un tanto en la onda de Kafka, pues es una mujer que poco a poco se va convirtiendo en una cerda, pero luego otra vez es humana y luego otra vez animala. A ver qué tal. Me pidió Pieza única, de Milorad Pavic. No ha encontrado el libro en ningún lado. Le han dicho que está bueno. Yo le digo que sí.

18.9.09

y no volveré jamás

como el ave de ciudad se va buscando la mar...

al fin que tengo unos zapatitos aguantadores y tines rosas.

16.9.09

Interrogantes

¿Por qué cuando la tarde podría ser perfecta por la quietud y el silencio en las calles, siempre hay algún imbecil que pone Like a virgin a todo volumen?

14.9.09

Itinerario funk

No suelo hacer bitácoras públicas porque a nadie le interesan, pero esta vez no puedo resistirme, y es que los últimos fines de semana de mi existencia han estado DIVINOS, je, sí, divinos. Bueno, no las 24 horas, pero casi, así que me limitaré a registrar lo mejorcito, lo demás con unas elipsis lo resuelvo, je.

Viernes, 11 de septiembre
10:45 – 11:30 En un cuarto diminuto de sillas y mesas fosforescentes, dos autoridades del FONCA nos explican —a otros dos becarios y a mí— que nuestro tutor será Alberto Chimal; que los encuentros de jóvenes creadores —serán tres— se pondrán cada vez más intensosos conforme nos vayamos acercando al final; que el fondo editorial de Tierra Adentro publicará nuestros mejores cuentos en una antología, que el monto de la beca es mayor al de otras ediciones; que los becarios de este periodo están bien guapos —ejem, bueno, eso lo digo a título personal.

11:35 - 14:18 Conozco a Blanca, una fotógrafa mexicana de la migración, con quien, presumo, podré hacer una amistad chidix. Ella también está becada este año. Vamos a tomar un café al MUMEDI, pero terminamos ordenando un jugo de manzana natural, de extractor, de nuestra infancia. Reímos. Ella vive en Alemania, lleva un mes en México porque vino a casarse con su chico, alemán él. Una anciana, desde afuera, nos pide dinero, le decimos que no, nos mienta la madre. Reímos. Nos contamos nuestros respectivos proyectos, nos gustan. Volvemos a reír. Intercambiamos teléfonos y correos electrónicos.

22:12 – 02:00 Pía y yo asistimos a la fiesta de despedida del músico y compositor César Joyner. El jueves parte a Francia. Durante un año dará clases de español y cultura mexicana en alguna universidad de Rennes. Bebemos un mezcal delicioso, sabe a anís. Ella está en un dilema existencial; yo también. Imaginamos que podríamos ser rommies. Rentaríamos un departamento de unos 8 mil pesos; pagaríamos la mitad. A los pocos minutos ya estamos peleando. Manejo el Chevy hasta su casa, donde no nos dirigimos una sola palabra, sólo la despedida. Olvida su celular en casa del huastequero. Olvido mi estuche de lentes en su coche.

Sábado, 12 de septiembre
15:00 – 17:59 Camino entre las pilas de libros de El Sótano y, a mi paso, el de Tryno Maldonado, Temporada de caza para el león negro cae al suelo, deteniendo mi andar. Estaba mal colocado, pienso. Lo levanto y descubro que no tiene cubierta de plástico. Veo que sus capítulos son viñetas de no más de 40 líneas. Inicio la lectura de la novela. Acabo de leer la novela. Nunca había leído un libro completo en una parada (porque ni siquiera me senté). Me identifico con Golo, el protagonista. Por los Converse viejos, por su gozoso gusto por el sexo, por sus ideas de morir joven, por importarle poco lo que diga la gente, por su inmadurez. En la misma mesa de Anagrama, reluce Los detectives salvajes, versión pocket. Lo tomo y le hago una consulta para saber qué mensaje me tiene. Bibliomancia. Pregunto. Al azar, una página; al azar, un renglón. “Como es natural…” La respuesta me alienta. Por fin, llego al montón de Siruela. El objetivo: Cuentos reunidos, de Clarice Lispector. $570. Carísimo. Ni hablar, extingo los últimos pesos de mi débito.

20:00 – 02:11 Abordo el coche de Alenkar, amigo de la universidad a quien no veo hace años. Quedamos en ir a la Cineteca a ver “El hombre mosca”, de Harold Lloyd, musicalizada en vivo por Monocordio. Llegamos y la fila de coches para el estacionamiento llega, casi, hasta Eje 8. Avanzamos con lentitud y le propongo bajarme a la taquilla: “No sea que ya ni haya boletos”. En efecto, los boletos volaron, y la fila de gente para entrar a la sala ocupa el espacio libre del lugar. “No, ni te metas, ya no hay boletos”, le llamo. “Pues me meto y vemos otra”, me dice. Miro los horarios y a punto de pedir tickets para una peli nórdica, un muchacho pregunta en voz alta si alguien está buscando boletos para Lloyd. Volteo y grito que yo. “Tengo dos”, dice. “Perfecto”, digo. Nos toca hasta arriba de la sala. No importa, se ve bien y se escucha mejor. Fernando Rivera Calderón toca el teclado y el resto de los músicos hacen lo suyo también. Acordes de la época de los veintes se mezclan con la música de Spiderman, Superman, AC/DC y el mismo Monocordio. Maravilloso. Nos haremos asiduos a estas funciones, prometemos Alenkar y yo.

Domingo, 13 de septiembre
11:23 – 13:43 Comienzo la lectura de los cuentos de Lispector. Lloro con “La imitación de la rosa” y “Preciosidad”.

16:02 – 23:54 Me encuentro con Víctor en la esquina de Presidentes y Eje Central. Nos abrazamos. Caminamos hasta el Waldo´s de División del Norte. Compra unas galletas rellenas de higo que le recuerdan a su papá. Compro tres latas de refresco gringo sabor uva blanca. Todo por $12. Reiniciamos la marcha hacia Coyoacán. No ha llovido; incluso hay pizcas de sol. Se toma un moka deslactosado. Me tomo un chocolate. Nos sentamos en una banquita del parque y él hace un trueque con un vendedor de chicles: canjea mis dos latas de refresco (no me gustaron) por una caja de Trident de hierbabuena. Platicamos sobre su infancia y la muerte de su padre. Le digo que me gusta que me cuente historias. Caminamos al metro Coyoacán y de ahí a Etiopia; llegamos a su departamento en la Narvarte. Su casa tiene paredes rojas, amarillas, blancas. Buscamos en el DRAE, el significado de “sincretismo” y “lerdo”. A él le gusta lo sincrético, yo soy una lerda. Elegimos ver Leon. The professional, una peli francesa de Luc Besson. Actúa Natalie Portman en su primer papel cinematográfico, o sea chavita, Jean Reno, cuando era más joven y Gary Oldman. Mucha tensión, mucho amor, muchos balazos. Me encanta.

12.9.09

Aprendizaje o el principio del placer*

A la entrada de la cocina, le grité que me gustaba y cerré la puerta. Me sentí como una tonta, como una niña que toma una galleta sin permiso y la deshace en la mano por el miedo de que la descubran en el acto. Pensé que Julien me descubriría en la silla con las piernas arremangadas entre los brazos, el vestido vencido y los muslos tensos. Me excité al imaginar que espiaba mi fantasía de ser la ninfa de Balthus, la adolescente de suéter verde y falda tableada que se peina en la cama. Pasamos una hora en silencio: él en su futón rojo (su cama japonesa, le dice), yo en la silla baja de mimbre junto a la alacena. Pensé que no me había oído y que sólo aguardaba el momento en que la niña saliera de la cocina con el almuerzo listo. Escudriñé los utensilios y, por momentos, olvidé cómo nombrarlos: escurridor negro, jarra de plástico azulado, cuchillo de pan con hoja aserrada, frutero de red. Luego arrastré mi asiento hasta la ventana; en la sala sonaba algo parecido a Hello Seahorse! ¿Sería posible? Me asomé a la calle y comencé a llorar de lo cerca que están siempre los peatones de morir atropellados: centímetros de distancia, milésimas de segundo. Julien tiene una década más de experiencia que yo. Estoy aterrorizada. Él lo sabe y me comprende. Lo supo horas antes de esto. Lo supo cuando me negué a darle la mano mientras caminábamos hacia el metro. Habíamos acordado que me acompañaría a firmar mi contrato con el FONCA. Llovía poco y dejamos que las gotas nos rociaran el cuerpo de humedad. Lo supo cuando al salir de aquellas oficinas en el Centro Histórico me atreví a darle la mano unos minutos para cruzar un par de calles. Entonces salió el sol; hacía días que no brillaba. He bajado un poco de peso. Creo que me cortaré el cabello en unos días. A Julien le gusta mi cabello y le digo que a mí también pero por temporadas. En mi vida anterior debo haber nacido en un lugar helado y húmedo. Mi piel y mi cabello son felices en estas condiciones, el calor los abruma. Podríamos haber pasado más tiempo en silencio, sin prisa. El éxito de las relaciones amorosas radica en el tiempo. Por eso hoy abundan los fracasos, la gente no quiere compartirlo con nadie. Es natural, los horarios laborales son asfixiantes y han fomentado la soledad. El común denominador de nuestros tiempos es la soledad. Lo singular es la pareja, la colectividad. Quiero ser peculiar. Por fin salí de la cocina con los ojos mojados y una granada partida a la mitad. Según Shakespeare, bajo el follaje de su árbol se ocultó Romeo para cantarle una serenata a Julieta. Nunca había experimentando un silencio tan hermoso. Le di a Julien su porción, quien pronto se sentó a desgranarla, tiñéndose los dedos de púrpura. Yo preferí morderla. Lo único que le dije antes de salir a comer en un mercadito cercano a su casa fue que tenía ganas de escribir un cuento que sucediera en la casa de una familia sordomuda. Nos abrazamos y le di la mano.

*El título de este post es el resultado de una mezcla arbitraria entre el nombre de un libro de la escritora brasileña Clarice Lispector y el de uno del mexicano, José Emilio Pacheco. Ambos altamente recomendables. Disculpen ustedes el atrevimiento.

9.9.09

Beatleday

Tenía una amiga gorda en la secundaria que amaba a John Lennon. Yo sólo conocía "Yesterday", "Let it be" y "Michelle" porque eran las únicas que mi madre se sabía completas y aunque desconocía el significado de las letras, bueno el de los títulos no, las cantaba muy feliz. Mi padre le había regalado la colección de casetes publicada por Selecciones Reader's Digest. Mi amiga se llamaba Karla Araico, su mamá era secretaria y su papá trabajaba en la Volkswagen. Un par de veces la acompañé a la fábrica de vochitos a pedirle dinero para comer. Tenía como quince gatos y me dijo que las croquetas sabían rico. Como a pescado. Yo quería mucho a Karla porque con ella comprobé el delicioso sabor de las Whiskas y a su lado conocí algunas de las razones para amar a John Lennon. Más allá de que si su activismo social, de que si se había atrevido a decir que los Beatles eran más grandes que Jesús, de que si se había casado con Yoko Onno con quien se fotografió desnudo, de que si había muerto asesinado por un fan. Amo a John Lennon porque escribió la canción favorita de mi papá “Imagine”, (¿podrían creer que lleva la letra en el cosito ese del coche que ahora no recuerdo cómo se llama con el que se cubre el conductor del sol?), pero lo admiró más porque a pesar de su rebeldía se dio chance de escribir una canción de amor a su chica, no al mundo, no a la vida, sino a una chica, je, la rola es “Love is real”. Hoy es un día especial por varias razones: es el día 9 del mes 9 del año 2009; la discografía completa de los Beatles en versión remasterizada se lanza en casi todos los rincones del mundo (digo casi porque no creo que llegue a Gambia, por ejemplo, ¿o sí?); surge el primer videojuego de la banda inglesa para Rock Band (ya me sé de memoria las pisadas de guitarra de “Eye of the Tiger”, hace falta que mis sobrinos renueven su playlist con unas cancioncitas de estos muchachos); juega la selección mexicana contra Honduras y Gio tiene el corazoncito roto por Belinda, je; tengo mi segunda clase en el taller para escribir cartas de amor, Julien.

En off: Bueno, pues no sé ustedes, pero yo sí me voy a lanzar al IMER para jugar el nuevo jueguito ese de los Beatles que les digo.

8.9.09

El video de hoy

Me gusta porque se dan besos y besos y besos en muchos países.



Y ustedes, ¿tienen un video preferido del día?

7.9.09

Holograma

Así empecé
luego más cerquita
una sonrisa con cámara en mano
hola!
ay caray
ya cuando vi el resultado, bueno...
A ver Julien, si así me veo antes de conocernos, qué bárbaro, la lente de mi pequeño celular no resistirá tanta luz, ja.

6.9.09

Lector de verdades

“What if the best is yet to come and this was only the first part run”
Kashmir

Julien compra el periódico todas las mañanas. Le gusta El Universal los domingos, el Reforma lo lee los viernes y el resto de la semana, La Jornada. Llevo dos días durmiendo fuera de casa y me gusta. Bueno, quizá debería decir velando fuera de casa. En total cinco horas de sueño, seis. Julien y yo platicamos hasta las siete de la mañana, me retó a que resistiera un día completo sin cerrar los ojos. Y como la propuesta, otra vez, me pareció curiosa, acepté. Así conocí a mi novio de la universidad, sólo que aquella vez fue en un hotel pequeño (un viaje escolar a Cuetzalan) y la única condición era no regresar a nuestros cuartos, quedarnos en el lobby frente a una tele vieja. Esa noche jugaba la selección mexicana en el mundial, si no me equivoco, en Japón. Los horarios de los partidos eran de madrugada y los que viajamos queríamos pasar la última noche celebrando la victoria de México. Ajá. Nunca pudimos sintonizarlo. Subimos a la azotea de la posada y jugamos futbol entre la neblina, chispeaba. Cuando nos cansamos, él y yo nos sentamos en el lobby a ver caricaturas. Me gustó su desgarbo. No quería volver al cuarto porque era el primer viaje de mis amigas lesbianas y compartíamos camas. Poco tiempo después, él me confesó que no hubo nada que le impidiera subir a su habitación, quería platicar conmigo, pero había tenido que inventarse un pretexto: su amigo tendría una noche de amor con una mujer del pueblo. Le creí. Anoche jugó la selección mexicana contra los ticos y le ganaron tres goles a cero. Anoche Julien me contó de Belle, su ex esposa y advirtió que sería la última vez que me diría algo sobre ella en el pasado. No lo entendí. Explicó que ahora son muy buenos amigos y que siempre ha preferido referirse a las personas en su condición actual. El pasado sólo existe en la creación. Le conté que justo el día anterior al que nos conocimos en el taller, mi novio había decidido terminar nuestra relación. No sé si hablar de nuestros fracasos amorosos fue lo más apropiado, pero por lo menos yo no puedo ocultar mis emociones. La gente te quiere o no y ya. Lloré y cuando lo hice me dio las gracias. Opina que hoy las personas esconden lo que sienten aunque se les haga un río en las entrañas. “Hay que celebrar que alguien se conmueva hasta las lágrimas”, dijo a la hora de partir el pastel con sus demás amigos y me sonrío. Por cierto, qué buen pastel, caray. Aunque me gustaron más los “macaron” que llevó Adeline, la mejor amiga de Julien, unos pastelillos de colores hechos de almendra, capita crujiente y relleno suave merenglas, je. Un postre francés tradicional. Entre los invitados estaba un hombre peruano muy agradable. Lo primero que me dijo fue que me leía la mano. Le pedí que sólo me leyera lo concerniente al amor, contestó que le bastaba ver las líneas ubicadas abajo del índice. Después de la mitad de la vida tengo dos. El número de líneas es el número de amores de los buenos. Marisa y Mario no tienen ninguna, se conocieron antes de la mitad de sus vidas. Llevan casados cinco años. Si nos ponemos esotéricos, creo que se la pasarán muy bien juntos. Adeline tiene dos. André, una. Julien, una. Fui la primera en despertarse, pero sentí pena. Así que me esperé hasta que se oyeran algunas voces en la sala. Cuando todos se fueron, Julien dijo que me iría a dejar siempre y cuando lo acompañara antes a comprar el periódico. Cuando bajamos del metrobús, avisó que caminaríamos hasta mi casa y en el camino me pidió un favor: “Busca un espejo muy grande y hoy antes de que te bañes mírate el cuerpo completo, también la cara. Después de que tú y yo nos conozcamos, vuélvete a mirar y me cuentas lo que viste”. Me gusta la sección de “Hasta atrás” de la revista Día siete, en la de hoy se publicó un artículo de Eusebio Ruvalcaba del que extraigo esto y les recomiendo que lo lean completo:
“Y más aún si eres mujer. Vive, disfruta. Goza lo que la vida te ofrezca. La soledad es la punta de lanza del placer. Prolóngala hasta las últimas consecuencias. No hay hombre que no tenga enquistada en el cerebro la larva del más deplorable machismo. El varón navega con bandera de entendimiento pero a la hora de la verdad se deja apabullar por su propia simpleza. Cruel paradoja: el varón ha sido mástil de la filosofía, de la abstracción resuelta en la urdimbre del pensamiento, pero aun al más punzante pensador la complejidad del pensamiento femenino —de la condición femenina como tal— lo aplasta como a un mosquito. Y aun con más dolo. Resiste. Mujeres independientes se cuentan con los dedos de una mano. Son la verdadera elite femenina —no las feministas, nada que ver—. Porque no necesitan de un proveedor que las humille, que les recuerde su seudosuperioridad cada quincena. Resiste."
Sigo creyendo que moriré joven, quizás a las 23:23 de cualquier día, pero no llevo prisa. Esta vez necesito mucho tiempo para entender las cosas; más que la última vez.

5.9.09

Parques

                                                A Yendi, Rodrigo y los cómplices de anoche.

 
Ayer fui una escritora marroquí que recitó de memoria un par de estrofas de un poeta árabe, de Ibn Hazm de Córdoba. Llegué a casa hace unas horas, tengo los labios coloreados de vino y eso me gusta. Lucen como si hubiera chupado nueve paletas azules, amoratados. Ahora que lo pienso mejor, sin tanto tinto en la sangre, sí hay un rasgo, bueno dos, del cuerpo humano que me arrebatan: los labios y el contorno de los ojos violáceos en pieles morenas (no los ojos violáceos, sino el contorno). No sé cómo explicarlo. Esas bocas que no son rosas ni rojas ni carne, sino casi moradas, color coagulo. Parece que apenas alguien las bese y  estallarán de tanta sangre acumulada en ellas. Me inquietan. Del límite de los ojos es más difícil hablar. Podría confundirse con las ojeras y sí, es algo parecido, pero no. Bueno, leve. Quizás. El caso es que ayer me hicieron esa pregunta y no la supe responder. Me sentía plácidamente ebria. Seis o siete botellas para seis o siete personas en un departamento rococó de la Del Valle. Funny. Era un cineasta y animador, dos pintoras, un psicólogo, una bióloga, un diseñador y tres escritores. Nueve citadinos que si alguien hubiera salido de su casa en medio de la lluvia los habría visto caminar con la parsimonia de quien recién perdió algo. En las bolsas del supermercado llevaban el alma y un paquete de pasta, cuatro jitomates y un pimiento morrón. Después se internaron por su propia cuenta en una sala de terapia intensiva a salvar el amor, las ilusiones. “Supe de unos novios que rompieron y cuando se reencontraron, unos siete años después, se casaron”, dijo Martha, anhelando algo así para ella. “Deberíamos contratar a tres actores y montar un teatro callejero”, dijo Rodrigo. “Mi papá es marroquí y mi mamá es mexicana”, dije. La pasta estuvo al dente; para comprobarlo, Sebastián lanzó un espagueti contra la pared y se quedó pegado. Es un experto en cocina creativa molecular, algo así. Suena chistoso. Entonces todos se enteraron de mi origen extranjero. Coincidieron en que mis rasgos parecían indios o árabes. Casi le atinaron. Me pidieron que hablara en árabe y lo hice. Se sorprendieron. Mi opinión acerca de los hombres mexicanos. La ficción se hizo realidad. Durante más de diez horas me inventé un personaje y pude encarnarlo: Diana, mujer de 26 años, descorazonada. Salió de Marruecos a los once años, vivió tres años en Francia y luego llegó a México, donde ha decidido quedarse por tiempo indefinido. Su doble nacionalidad le ha permitido obtener puestos de trabajo en lugares importantes, pero también le ha hecho fijarse una postura crítica frente al racismo del mexicano contra el mexicano. “Prefieren a los extranjeros”, dije con una pronunciación torpe, mientras fumábamos en el balcón del quinto piso. Repetían que la reunión estaba dedicada a mí, para aliviar el despecho, para menguar el dolor. Lo lograron y, en verdad, no saben cuánto se los agradezco. Supongo que les extrañó que una marroquiña cantara a José José, a Chavela Vargas y hasta Ace of Base. Confirmé su percepción sobre Tarkan, ese cantante que lanzaba besitos en sus canciones: es el Luis Miguel de Medio Oriente, aunque tampoco es tan tan popular. Me ofrecieron su amistad y yo a ellos. Había olvidado la importancia de pertenecer a una colectividad. Había olvidado lo que era una noche sin llanto. El día nos alcanzó dormidos, los niños en los sillones, las niñas en las camas. Tengo los labios ciruela y apenas unas horas de descanso. No importa, hoy tengo la vida sujetada de las manos y me aguarda una tarde emocional. Les cuento mañana, el lunes o el día que sea, mientras me baño, me echo unos taquitos, compro un vestido para hoy en el bazar de mis sueños y consigo un ingrediente (véase post 1, 03/09/09).

En off: Ya se viene el nueve del nueve del 2009. Luego pasan cosas bellas.

4.9.09

Citas citables

"Hoy he vuelto a ser quien soy, la vida me regala la ocasión"

"Si en algo te ofendí, te pido me perdones, no es la intención"

"Todo vuelve a colapsar, todo vuelve a ser normal. Sólo hay que entender que nada es por siempre"

"Todo después de un final, todo vuelve a comenzar. Sólo hay que entender que nada es por siempre"

"Por favor, respeta mi dolor, respeta lo que fuíste, hoy ya no"

                                                                                                                 DLD

 En off: A poco no que además de guapérrimo, el vocalista -Paco Familiar- baila bien chidix. Anden, anden, nenas, busquen el video en la youtube.

Acta de defunción

Nunca me habían propuesto matrimonio. Nunca había recibido una bofetada. Nunca había amado con tanta fuerza. Nunca me había enamorado de un calvo. Nunca había pedido perdón tantas veces. Nunca había llorado en una iglesia. Nunca había sido tan feliz. Nunca había perdonado. Nunca había sido violenta. Nunca había visto orinar a alguien. Nunca me había excitado al ver orinar a alguien. Nunca había visto a un escritor llorar mientras leía su cuento favorito. Nunca había visto gemir de placer a alguien por el sabor de un helado. Nunca había oído roncar con esa vehemencia. Nunca había visto el box. Nunca me había reflejado en el cristal de algún transporte. Nunca había cenado pan con leche. Nunca había comido un queso con delectación. Nunca había probado el doble crema. Nunca había fumado después de hacer el amor. Nunca había lavado la ropa de alguien más. Nunca había gritado tanto. Nunca había amenazado de muerte. Nunca había bailado en un mercado. Nunca había rasurado una barba. Nunca me había sentido dispuesta a ser la más sumisa de las mujeres. Nunca había sentido tanto amor. Nunca había sentido tanto odio. Nunca había tenido un jefe tan guapo. Nunca nadie me había enseñado a llenar mis recibos de honorarios, hincado frente a la cama. Nunca había leído los primeros párrafos de un libro en los escalones de alguna librería. Nunca había comido un queso con jalapeño tan sabroso. Nunca había sentido tanto deseo. Nunca le había cortado las uñas de los pies a nadie. Nunca nadie me había confesado su envidia. Nunca había recibido un apodo tan amoroso. Nunca había ido a un hotel. Nunca había tenido un hijo. Nunca había deseado viajar por años con alguien. Nunca había pensado tanto. Nunca había temblado de celos. Nunca había admirado la historia de alguien común. Nunca había disfrutado un domingo. Nunca había deseado que el fin fuera una pesadilla. Nunca había limpiado vidrios de una casa. Nunca había gastado tanto dinero. Nunca me había valido tanto gastar tanto dinero. Nunca había bailado electro. Nunca había llorado en una banqueta. Nunca había escrito un cuento con tanta pasión. Nunca había hecho el amor antes de comprometerme. Nunca había roto una televisión. Nunca había atemorizado a alguien. Nunca había ido a un Vive Latino. Nunca había pintado en un jardín inmenso. Nunca me habían dado la mano para cruzar la calle. Nunca había comido un sándwich a las dos de la mañana. Nunca.

3.9.09

¿De qué lado besas?

Julien me enseñará a escribir cartas de amor. Él es un hombre de piel negra y ojos color nuez. Ayer fue su cumpleaños, cumplió 36. Pronuncia la "r" como si tuviera el frenillo corto y cuando calla -porque no encuentra la palabra precisa en castellano- se remoja los labios con un suave apretón. Desde mi pupitre en la primera fila, expuse mi definición de "amor": un acto de fe. Es francés, nació en un barrio parisino del cual no recuerdo el nombre. No importa. Para entrar al salón debe agacharse un poco; o los marcos de las puertas son pequeños o él es muy alto. Sí, su estatura rebasa la mía con creces. Cuando sonríe, su nariz recta se ensancha y me recuerda quizás a alguno de sus antecesores africanos. "Las cartas de amor son conjuros y chantajes", dijo y después sopló por la boquilla de su pipa. "A alguno le disgusta el humo", dijo con entonación francesa. Alcé la mano y me sonrió. No supe si lo hice porque en realidad me provocara nauseas el aroma del tabaco o como un acto deliberado para atraer su atención. Su cuerpo es una mezcla del Oriente y el Occidente. Tiene las formas fuertes de cualquier forastero negro, pero la delicadeza de los contornos estilizados en Photoshop. Su interés por las epístolas amorosas surgió a partir de la lectura de Cyrano de Bergerac. Está convencido de que "¿cómo se dice aquí? ¿palabra mata carita?". No, "verbo mata carita", corregimos. Su voz se torna ronca, a veces afónica, los primeros días que pasa en una nueva ciudad; después todo se normaliza. Su madre tejía bufandas y cuando Julien era un niño no salía a la calle sin una prenda de esas. Aún las conserva, tiene cerca de 80. Nos pidió hacer un primer ejercicio: las niñas una carta breve a Tutankamon, los niños una a Nefertiti.


Mi señor Tutankamon:
Heme aquí frente a su ojos que la gran divinidad permite
que me lean. Sepa usted que el dulce tono de su voz hace
música en mis sueños más íntimos y me inivita a desearlo
con la fuerza semejante a la de los súbditos que le celan.
Sírvase a recibir mis plegarias más amorosas y el abrazo
de esta su dama que le besa cada noche al cerrar los ojos,
con la impiedad de un amante que se duerme de extrañar.

Julien es divorciado y vive en un modesto departamento de Santa María La Ribera, donde celebrará su cumpleaños este sábado en "petit comité"; nos ha invitado. Sólo que si asistimos, debemos llevar un ingrediente. Algo así como nuestras fiestas “de traje”, pero con la diferencia de que en la suya los invitados participan en la preparación de la comilona. Empieza temprano. Mientras esperaba el camión que me devolviera a casa, Julien se acercó a mí. “Olvidé preguntarles algo”, dijo. Pensé que me pediría mi nombre completo o quizás algún mail para enviarnos el temario. “¿De qué lado besas?”. Sólo atiné a desplegar una risita nerviosa. “Es una pregunta curiosa”, dije al fin.