17.10.10

Los celos

Siempre las manos frías. Mis pocas horas libres sin descanso. La mente dando vida a vínculos posibles e imposibles. Las mujeres que conoces; los hombres que conozco. Los gritos. Siempre el temblor de las manos, el calor en el cuello, los ojos me arden. Cada vez que suena el teléfono. Que si llamas, que si no lo haces. Siempre las manos frías. No puedes hablar de ellas; te pones raro y callado. El fin de lo nuestro cada seis meses. Ya no lo aguanto. Varios nombres nuevos, una cara nueva. Que si yo la agregué al Facebook. Que cómo me atrevo. ¿Cuándo se acabó la posibilidad? Aunque no sea culpable, siempre lo seré. Me gustan todos, te gustan muchas. ¿Por qué no aceptar de una vez que somos humanos? ¿Por qué no decir que, a veces, se antojan los labios? Un inicio de novela decía algo así: "Quiero que me cojan todos los días y todas las noches". Siempre las manos frías. Las llamadas que no contesto no son las tuyas. Las llamadas que no recibes no son las mías. Escribo cartas inconclusas que se quedan prendidas a tus armarios. Su llamada será transferida al buzón. Que si no bebo, que si no fumo, que si tú no comes pasteles. El amor diluído en engaño, el insomnio sobreviviendo a las noches. Afuera hay nueve perros grises raspando la puerta con los colmillos. No apagues la luz. He puesto un letrero en la pared: confianza. En minúsculas. Sola invento los escenarios de la desgracia. Yo en la casa mientras leo, tú en la calle mientras analizas el iris de alguna más. Es posible. Y no porque tú quieras, ni yo. El mercurio en la mano apretada se desborda por las comisuras. Lo que me dices, lo que te callas. Siempre las manos frías. Reviento en ira. Ni mis luces, no estoy hasta nuevo aviso. Después esa piel tuya en la que me entusiasmo. Te debería amar a lo largo del día sólo un par o dos pares de horas. Y así olvidar tu sonrisa y eso que tú sabes que gusta. Entonces podría escribir sobre los ojos que se vuelven planetas y la euforia. Que tu rostro fuera el retrato desconocido de un pintor famoso. Que los besos que a veces propinas, unos destellos fugaz. Luego los días. Una tranquilidad raquítica se cuela por los orificios del corazón. Nuevos acuerdos, nuevos tratos. No estamos en la Conferencia de Postdam. Pero los objetivos incluyen el establecimiento de un orden de posguerra, asuntos relacionados con tratados de paz.


Muñeca Blythe, fotografiada por Gina Garan

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