12.3.10

Todo llega

Blythe nació en 1972 y murió unos meses después. La primera vez que busqué sus ojos, yo tenía 20 años y ya estábamos en en el siglo 21. Azules, rojos, grises, ambar. La muñeca de cabeza grande, naricita recta y labios del antónimo de frugal. Daniel, mi novio, conociendo mis gustos cuasinfantiles me regaló una plantilla de calcomanías, presumo que pirata (no porque él tuviera esa costumbre, sino porque en aquellos tiempos no existía rastro de aquella extraña niña medio sensual), en la que se desplegaban esos ojos incontenibles en distintos tonos. Me encantó. Esa tarde hicimos el amor por primera vez y yo pegué todas las estampas en mi taza preferida, porque además tenían un algo de plastificadas (después dicho utensilio pasó a formar parte del mobiliario de Daniel cuando nuestro noviazgo concluyó). Acostados, me reveló el lugar donde había comprado tan bonito obsequio: un puesto en el Chopo. Volvió la semana siguiente y ya no estaba. Recuerdo que me llamó por teléfono para decirme que "el mono había desaparecido". Supusimos que el negocio de la fayuca lo hacía un nómada y, seguramente, justo ese domingo se hallaba en otro bazar. Iniciamos la búsqueda, prometimos que el rastreo de Blythe abarcaría todos los lugares que visitáramos. Por aquellos días, solíamos hacer varios viajes escolares a provincia: Oaxaca, Guanajuato, Zacatecas, Chiapas, Tabasco. Cinco años y nada. Meses después de separarnos, Daniel y yo nos citamos en un café del Centro y al despedirnos me preguntó si mi búsqueda había concluído. Le dije que no; pregunté lo mismo. No, respondió. Una noche, mientras chateaba en el ICQ (andaba nostáligca y anacrónica), se me ocurrió googlear a Blythe. Como si todos los tiempos se hubieran concentrado en la pantalla del monitor, vi pasar uno a uno esos ojos. Era la página de Gina Garan: una abundante coleccionista de estas muñequitas que había hecho de su gusto magníficas fotografías a color compiladas en un libro-álbum llamado This is Blythe. Supe, entonces, que la muerte repentina de este juguete se debió a su poca fama entre las niñas de los setentas, pues tenía una cabezota y unos ojotes que provocaban algo así como el terror sembrado por Chucky (hago una comparación contemporánea, pues). Los ejemplares ya sólo se conseguían vía Ebay, Mercado Libre y esas cosas por más de 200 dólares. Me enteré que cada año se organiza en Tokio el Annual Blythe Charity Fashion Show, al que acuden cientos de diseñadores con sus propuestas de vestido para la Blythe. Bueno, Galliano, Gucci, Miyake y Versace le han confeccionado atuendos. Cuando viajé a Toronto por motivos de trabajo hallé el álbum de Garan y lloré bajito entre los estantes de la librería más grande que he visitado hasta la fecha: como El Péndulo unas tres veces. Ese día me senté al sol en una banca roja frente a la estación de trenes, creo que en Bay Street; las tardes anteriores el viento volaba las faldas de las canadienses, esa fue quieta y calientita. Ayer, llegó a mis manos una Blythe con outfit de pirata en una bolsa de ligero cartón rojo. Es diminuta, tiene el cabello fucsia y trae con ella tres cambios de ropa, geniales. Es la primera de mi colección. Ya le tomé unas fotos. Se las presento.


2 comentarios:

Rodrigo E. dijo...

Es un honor conocer a la tremendamente esperada niña de tus ojos. Me gusta su cabello y sus calcetas bicolor, pero me gusta más la historia que la rodea.

Explícame algo Dianita queridísima ¿Cómo llegaste a Tokio?

Creo que seguiré tu blog, capaz que un día terminas en la Patagonia o el País de las maravillas y yo ni me entero.

Que Dionisos te cuide, Dianita.

Por cierto, acabo de abrir un blog, te invito:

http://hacedordeminiaturas.blogspot.com/

Ana Lucía M.M. dijo...

Se ve muy contenta. Me alegro.