31.12.09

Cuenta regresiva

Hoy quiero que todas me odien. No sé qué tan legítimo sea tener un deseo así (terrible seseo) el último día del año. Pero es que ayer, mientras Rojo y yo esperábamos en la sala de vinipiel del Cinépolis VIP para ver la espeluznante (ni tanto) peli "Actividad paranormal" (pésimo nombre), descubrimos la forma anodina y malhechota de comenzar un texto. Hojeábamos la revista de cine de esta cadena cinematográfica (¿eso qué?) cuando el socorrido "Más sin embargo…" hizo su aparición en el primer renglón de un artículo sobre James Cameron y sus pelis del millón. Luego el “Desgraciadamente en años…”. Cerramos la publicación sorprendidos y concluimos que a Cinepolis le hace falta un ejército de correctores de estilo. Ya en la soledad de mi cuarto, mientras desprendía las piezas del rompecabezas de Remedios Varo que Rojo me regaló este fin de año, recordé lo importante que es el primer párrafo de un texto. No pude evitar trasladarme a mis años de reportera en Reforma, cuando mi editora la maravillosa Silvia Gámez me enseñó, a fuerza de mostrarme lo aburridas que eran, a empezar mis notas con dignidad. Así que hoy me curo las ganas de usar esta frase de los publicistas del Palacio de Hierro con una justificación harto intelectual en pro de la redacción correcta. Aunque la verdad, no lo voy a negar, a veces sí es bien lindo que a una la odien otras odiosas. Juar, juar. Bien.
Mi familia no es una familia tradicional. Mis padres médicos tienen su habitación con una cama matrimonial muy cómoda, pero prefieren dormir en la sala sobre un colchón individual. Dicen que ahí no les da calor. Mis sobrinos, a sus escasos 7 y 8 años, podrían distinguir una botella de tequila adulterada. Nos han comentado que si la etiqueta se desprende con uniformidad, sin romperse, entonces se trata de trata (ah no), se trata de una bebida impura. Las originales nomás no se quitan si no hasta que se rompen en cachitos, raspándolas con la uña poderosa. Mi hermano biólogo y su esposa bióloga siguen un régimen estricto de educación ambiental en su casa moreliana: tienen cinco botes de basura, cada uno para un desecho específico, léase vidrio, plástico, orgánicos, etc.; una composta en la azotea; recolectan el agua de la regadera y comen a sus horas en porciones precisas y bien contadas. Mi hermana ingeniera y su esposo ingeniero tienen una rara afición por los autos. Cada que pueden se compran uno(s) nuevo(s) y venden el(los) viejo(s). Ah y por si algo más faltara: todos son abstemios. ¿Qué tal? Mi madre es también mi ginecóloga y mi padre es un señor a todo dar que sabe más de computación que varios informáticos. Ustedes ya se estarán preguntando, ¿a qué diablos viene todo esto? Sólo para decirles que en Año Nuevo nunca hemos comido las doces uvas ni hemos sido partícipes de actos de superstición para atraer la buena estrella.
Es por eso que este día, quiero hacer algo realmente simbólico y ad hoc con la temporada. Me encantan las listas esas de “Las diez cirugías plásticas más desastrosas del 2009”, “Los diez modelos más inteligentes de Latinoamérica”, “Los diez accidentes más sangrientos del 2009”, “Los diez besos más candentes de la semana”. Y fruslerías así. Así que ahí les va mi Top Top Top (a la manera de Policarpo, aunque luego digan que me la paso hablando de 31 minutos) de cositas y curiosidades que acontecieron este año que se va. No sé si sean diez, cuarenta y cuatro o cinco. Va. Les tengo una buena y una mala. ¿Cuál quieren primero?

La mala: Dejé de trabajar en el periódico Reforma.
La buena: Me inicié en el freelanceo de revistas como Picnic y Deep.

La mala: Me rechazaron de la Fundación para las Letras Mexicanas.
La buena: Obtuve la beca Jóvenes Creadores del FONCA, en Letras.

La mala: No vi ni una sola vez a mi amiga Nin.
La buena: Conocí a Rodrigo, Yendi, Víctor, Ana Lucía, etc.

La mala: Dejé el taller literario iniciado por Rojo.
La buena: Entré al taller de cartas de amor, con Andrés de Luna y de cuento, con Eduardo Antonio Parra.

La mala: Terminé por segunda vez mi noviazgo con Rojo.
La buena: Reanudé por segunda vez mi noviazgo con Rojo.

La mala: Renuncié a un trabajo periodístico a la semana de haber empezado.
La buena: Viajé a Oaxaca por motivos literarios, un taller de cuento con J. M. Servín.

La mala: Descubrí mi intolerancia a la cafeína con palpitaciones a mitad de la noche.
La buena: Adelgacé un poco y quedé bien chula.

La mala: No leí tanto como hubiera querido.
La buena: Escribí lo suficiente.

4 comentarios:

Pi dijo...

Estoy indignada, no me pelas en tu conteo, te "des-invito" de shopping :P

Diana Gutiérrez dijo...

Linda, he hablado de nuestras aventuras en textos pasados. Si no me crees, releelos y te darás cuenta.
Oye, ¿y el shopping?
Beso

Alejandro dijo...

Hey... ya me pasé a visitar tu blog de hojas de té... está chido... ésta entrada sobre las primeras líneas me recordó uno de los top 100 más famosos, el de las mejores primeras líneas de novelas de todos los tiempos... están bien chido... coincido con el numero 1 : http://www.infoplease.com/ipea/A0934311.html

Bueno, seguiremos en contacto... saludos,
________________________
última entrada en mi blog: Sobre causas de títeres

Ana Lucía M.M. dijo...

¡Qué bonito Dianiush!

Sigue viendo el lado bueno de todo lo que te sucede, porque siempre supera a lo desagradable.

Y además de todo, leer tu blogg me invita a disfrutar más de escribir en el mío.

¡Abrazos! ¡Ya se me hizo tarde para ir a clases!