7.12.09

El doble



No soporto que un desconocido me llame "amiga" en situaciones conocidas como el pedir la hora, devolver el cambio, pedir la orden, convivir en una fiesta. Tengo un nombre. Me llamo Diana y me gusta mucho. No sé el origen de mi resquemor, pero si regreso unos minutos a mis días lozanos puedo recordar que cuando mi madre me presentaba en sociedad, la sociedad respondía con un "¿Diana Diana Conchinchín?" o con un "Diana, La Cazadora". En fin. Quizá tenga que acudir a una sesión psicoanalítica para comprobar si hay alguna relación. Mientras, podría intentar una argumentación científica: Una vaca con un nombre de pila produce más leche que una sin apodo, según demostraron los investigadores Catherine Douglas y Peter Rowlinson en la revista Anthrozoos. "Igual que las personas respondemos mejor al contacto físico, las vacas se sienten más felices y relajadas si se les presta atención una a una”, dice Douglas. Bueno, aquí si no coincido. Yo no respondo mejor al toqueteo. Está bien, depende de cual. Pero si a ese desconocido que me acaba de llamar "amiga" se le ocurre tocarme el  hombro, puedo reaccionar con elegante hostilidad. Así ocurrió el sábado. Una mujer cuyo nombre me sé de memoria pero sobre la cual he dejado de conocer todo, acarició mi cabello de modo autómata. Si mi madre la hubiera visto con su ojo clínico le habría diagnosticado una despersonalización a causa de las anfetaminas. Tenía una sonrisa medicada y su cuerpo, antes pasado de kilos, parecía una línea perdida entre los pliegues de su saco color vino. No puedo decir que sienta por ella algún desprecio. Me produce una ternura insospechada. No me equivoqué al juzgarla como una ladrona de identidades. Mientras me tuvo cerca trató de asimilarme. Dejó de verme y perdió la guía. Luce terrible. No suelo ser tan ególatra, pero es que todos tenemos a nuestro doble. Ese que si pudiera poseer el cuerpo del ser amado no lo dudaría. Ojalá que encuentres tu nombre, mujer desconocida. Ojalá que puedas ser feliz.

3 comentarios:

Trágico Strudel de manzana agría dijo...

Tu doble me recuerda mucho al de Nabokov o al de Fassbinder, que es el mismo, el de DESPAIR.
Lo de los nombres es importante. Se ha comprobado que los no natos que ya tienen nombre se desarrollan mejor en el terreno de la locomoción al nacer.
También parece cierto que si tu nombre te gusta es porque llevas una relación entrañable con tu progenitor. En el caso contrario, si tu nombre te resultase odioso, por extensión tu padre también lo sería.
Y si, el ingenio popular se petrifica y lo que parecía una ocurrencia se convierte en calvario: Los Demetrios, Demetrio-y medio; los Jorges, ponerle ídem al niño; no les va mejor a los Manueles con aquello de Manuel, Manuel, agárrame el chile y juega con él. O los apelativos cariñosos que son lastre: Conchas, Patos, Miquis y cualquiera que nos apliquen y no nos guste.

Diana Gutiérrez dijo...

Trágico strudel de manzana agria:
No he tenido el gusto de ver Despair de Fassbinder, ni tampoco he hecho lo propio con la novela de Nabokov. Agregaré tu referencia a mi lista de pendientes. Debo decirte que si tuviera que vivir en un albergue (ojalá, no) sería en el de los postres tristes. Hablando de nombres, tu blog tiene un nombre buenísimo. Gracias por tu visita. Leámonos. ¡Ah! y sí, mi padre es la onda.

Carlos dijo...

Es un buen pretexto para saludarte esta noche. Me suena a eufemismo cuando dices que te provoca ternura y no desprecio esa mujer. Quizás no. Pero para que hablar de ella en estos momentos cuando mis cervezas me traen el recuerdo de tu sonrisa bajo el manto de la noche fuera del metro. No hubo escondite posible en la ciudad más grande del mundo para protegerte de mi presencia. Eso es cosa que festejo a mis anchas en la soledad que Sabina me ofrece. Me he sorprendido ante el pantalón que suplanta los vestidos cortos y las faldas con las que te conocí. Me acostumbré al contorno de tus piernas, no puedo decir menos. Pero la impresión no ha sido menor, sino su contrario. Ha sido bueno encontrarte porque no me acostumbro al retrato cibernetico, prefiero la viva imagen de las sombras y luces que esa noche te tocaban. Me siento como un perro ladrando,mejor me callo.