19.12.09

Lima

Ayer volví a ver a Julien. Nuestros encuentros se interrumpieron hace un par de meses porque se atravesó un viaje. Y yo me quedé ardorosamente entristecida. Fue a Lima. Cuando me lo contó quise reírme. Un hombre tan guapo no viaja a un país centroamericano. Mi afirmación lo enterneció y dijo que me había hecho acreedora de una paleta de lima. Aquel viernes que partió probé la paleta de lima más sabrosa que he degustado en mi joven existencia. La comimos en una fuente de sodas vintage (¿no es un pleonasmo?) de la Roma (¿no es otro pleonasmo?). De noche. Se me hizo rarísimo que un lugar así estuviera abierto a esa hora. El fuentesodero argumentó que sólo lo hacía en los principios de estación. Era 23 de septiembre. Comenzaba el otoño. Julien, curioso, le preguntó que si eso respondía a una superstición o mandato. Le corregí: manda. El dueño respondió que sí. Le daba suerte y buenas ventas. Después me dijo que lo sorprendía lo tonta que podía ser. Y antes de que yo pudiera defender mi integridad con argumentos inocuos, me corrigió: Perú es un país sudamericano. Me sonrojé. El lunes inicia el invierno. Quizá me dé una vuelta por Los soñadores. Ayer nos citamos en una sala de conciertos. Mientras conducía hacia allá en medio de un tráfico insoportable. Recordemos que era viernes de aguinaldo y las calles de mi rumbo están cercadas por unos monitos de uniforme naranja que están construyendo la línea 12 del Metro. Pensé que quizás no era el sitio más adecuado para un reencuentro. Iríamos a escuchar a la Filarmónica de Berlín. ¿Cuándo podríamos platicar de las maravillas del Perú? De los incas. Del Machu Pichu. De Fujimori. Pero al verlo en la fila de entrada lo único que pude sentir fue que todo era adecuado. La agonía del otoño en México. El verano en Lima. El invierno le sienta bien a Julien. Le ha crecido la barba y el bigote. Tiene algunos vellos pelirrojos. El saco azul marino y la bufanda gris me recordaron su origen europeo. Habla tan bien el español que por momentos lo olvido. El notó que yo había adelgazado y yo noté que mi cara se ha vuelto grasosa. Antes de nuestro reencuentro, comí con una amiga. “¿Qué te da Moisés que cuando estás con él te salen granitos?, preguntó. “Como más pasteles”, respondí. En fin. Los alemanes desafinadísimos. Platicamos hasta que apagaron las luces de la sala: dos horas después del final del concierto. Se me olvida que Julien tiene amigos en el ámbito clásico. Asistió a un congreso de traductores y poesía, donde tuvo la oportunidad de conocer a los escritores limeños, si no más connotados, sí más interesantes. Esos que ya no le siguen los pasos a Vargas Llosa, los que lo han leído y se han alejado de él con ánimos de encontrar una voz fresca. Rafael Arévalo, Mayela Estrada, Felicitas Solier. Me trajo unos títeres de recuerdo. Se ajustan a mis dedos. Un pingüino, un pájaro rojo, un campesino con look andino y una campesina con ínfulas primermundistas. Ya les estoy inventando una historia. No sé, quizás la represente frente a mis sobrinos en un teatro guiñol. Julien tiene un sobrino de piel color leche. Hace unas horas lo conocí. Tiene dos años. Se llama Ney. Es hijo de una francesa y un inglés. Es bellísimo. Se despertó a las seis de la mañana. Joanne, Julien y yo contábamos chistes en la cocina cuando la respiración de Ney por el monitor nos avisó de su inquietud. Tiene tanto cabello que sus padres le han dejado crecer una mohawk en la parte trasera del cráneo. Así que mientras nos poníamos más serios en la sala, Joanne comentó que era asombroso ver la insatisfacción de sus amigas mexicanas. Le pedí que me dejara cargar a Ney y el pequeño se quedó dormido en mi pecho. Me encanta el olor de los bebés. Les dije que la insatisfacción me la curaba escribiendo. Desayunamos crepas con nutella y queso manchego. En mi casa no había nadie cuando llegué. Por primera vez en quiénsabecuántosañosperomuchos, mis papás fueron a trabajar en sábado al centro de salud. Mañana también irán. Todo es tan inédito como descubrir que no tengo conexión a internet antes de las siete de la mañana, como escribir un post en la madrugada.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Maravilloso!!! Ese Julien y usted, suéter de puntitos, son una dulzura, un agua de coco, un flan de mamey. Sólo no estoy de acuerdo con la selección de autores peruanos... jiji, pero bueno, minucias, nada más. Saludos y besitos.

Tereza.