9.2.11

Número telefónico



Él es mi Julien. Ese hombre de voz dulce y pausada. Aquel que nunca llama, pero cuando lo hace, lo hace oportunamente. No hay casualidades. Las cosas ocurren en este lado del universo por una razón interestelar, difícil de explicar. Esa tarde me encaminaba a comprar una dona glaseada (costumbre heredada de la oficina, donde se solía comer en un lado y disfrutar el postre en otro), cuando sentí pletóricas ganas de hablar con Gerardo. Tenía tiempo que no lo veía, se había embarcado en un proyecto literario que apenas le dejaba tiempo para interactuar con los demás. Cuando me dijo que se iba de viaje, me quedé callada. En otros tiempos, habría llorado al teléfono, rogándole que no se fuera, que lo acompañaba. Pero esa tarde alguien cambió. Gerargo colgó, como siempre. Yo seguí caminando hacia la pastelería y apenas se interrumpió la comunicación, Julien llamó. Seguramente quería contarme algo, pero no lo hizo. Me cedió el lugar para hablar. Estoy celosa, le dije, ya no puedo más. Y me contó un chiste.

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