20.1.10

Belmont

El asesino tiene facciones gruesas. Un rostro ensanchado. Aunque no tiene golpes, los labios y los pómulos parecen hinchados. Playera naranja, pants azul cielo. Llevo dos días sin ganas de salir a la calle. No sé si la gravedad de Roberto Arlt, su ronquera y angustia me han embaucado. Lo que sí tengo claro es que ayer me enteré, por accidente, de la muerte de alguien. Un disparo en el tórax. Ni siquiera era mi amigo. Un conocido. La noticia en el periódico informaba sobre la captura del culpable, dos meses después del crimen en un restaurante de la Del Valle. Alfonso Belmont había fallecido el 15 de noviembre del 2009 en una ambulancia con ruta a Xoco. Y yo apenas venía en conocimiento. La reunión empezó temprano. El motivo era el reencuentro de los egresados. Belmont había estudiado Ciencias Políticas en la UNAM y ahora gozaba de una beca en la facultad, donde realizaba la investigación titulada: “La participación política y los límites de la representación en los pueblos antiguos de la Ciudad de México”. Con la madrugada en la puerta del bar, los ánimos se despabilaron. La pelea entre Manny Pacquiao y Miguel Cotto atizó la fiesta. Poncho fue al baño y al salir, rozó sin querer el hombro o la rodilla de un desconocido, quien le reclamó. Primero las palabras, luego los golpes. El asesino se llama Ubaldo. Sus amigos atacaron a los demás con los tacos de billar. A mi compañero lo mataron con una escuadra, calibre 45 mm. Los vigilantes lograron separarlos y echaron a Ubaldo y compañía. Me pregunto si Poncho no sintió algún aviso. Una picazón en las manos. Ardor en el estómago. Porque minutos después, el agresor regresó al local con el arma entre las ropas. La traía en la cajuela de su motoneta. Localizó al enemigo y, tras lanzar un disparo al techo, le pegó un tiro. Al homicida lo atraparon el lunes durante un baile en la Guerrero. Tiene los pelos tiesos. La mirada fija.
No supe por qué pero googleé a Poncho. Ni siquiera éramos amigos. Incluso, nuestra primera charla en forma fue hace cosa de dos años, cuando me lo encontré en la Rosario Castellanos. Esa noche, yo tenía la esperanza de que Rogelio llegara a la cita. Fue la primera vez que nos separamos. Enrique Vila-Matas y Jorge Herralde presentarían el libro más reciente del escritor español: Dietario voluble. Lo vi. No, a Rogelio no. Poncho recorría con un pasmo calmoso los anaqueles de la librería. En la pantalla aparecieron unos cinco registros. Notas sobre la detención de Ubaldo, Facebook, etc. Hubo uno que me conmovió. Su nombre está inscrito en la página del IFE porque el 28 de mayo de 2009 acudió al Consejo Distrital 23 a promover una denuncia en contra de un candidato para diputado del PRI, por colocar propaganda en “equipamiento urbano”. Hablaba muy bajo y ya no usaba lentes. El acné de la prepa y parte de la universidad le había dejado algunas marcas en el rostro, ahora liso, exfoliado, a ratos brilloso. Poncho era un buen tipo. Aquella vez me confesó su nuevo gusto por la lectura. ¿Pero cómo es que nadie ha comentado nada? Estoy segura de que si pregunto entre los que también compartieron el aula con él, apenas lo recordarán. Como me pasó a mí ese día cuando le tuve que preguntar su nombre, apenadísima. Aún más, porque él sí sabía el mío. La foto de su perfil en Facebook despliega una luz parásita alrededor de la cara. Es imposible reconocer sus facciones, están difuminadas. Tenemos, según los datos del sitio web, ocho amigos en común. Ya le envié una solicitud para que me acepte entre los suyos. Descansa en paz, Alfonso Belmont.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, señorita Diana. En verdad lamento -al igual que usted en su instante- esta desagradable noticia sobre Belmont. Hace algunos meses me enteré de una desgracia idéntica, igual de cercana. Pero creo que la mejor manera de sobrellevar el asombro, si no el temor, que ahora vive, es escribiendo. Lo cual hace con belleza y sensibilidad. Un saludo.
Atte: A. G.
Su eterno enamorado.

Anónimo dijo...

Hola cabe aclarar que mi hermano no empezó la pelea, el al contrario trato de calmar los instintos alterados del tipo, en una segunda pelea que el agresor comenzo ya con el arma entre sus ropas, aun asi mil gracias por lo que comentas me da gusto saber que a mi hermano se le recuerda bien y no como una persona infame como aquel que le disparo

Diana Gutiérrez dijo...

A.G.: Hombre, pues mi eterno agradecimiento por la apreciación de estas líneas. No sabe cuánto valoro sus paseadas por este rincón del té. Se me hace que le voy a invitar una tacita, ¿cuál le gusta más?
Yo le mando muchos besos.

Anónimo: Hola, antes que nada, lamento mucho tan terrible atrocidad y sólo decirles a ti y a tu familia, a quienes no conozco, que Poncho era un hombre valioso y noble. No tuve que conocerlo durante años para saberlo. Como digo en el texto, apenas platicamos un par de veces y con eso fue suficiente. Por supuesto, sé que él no empezó la pelea; si no quedó claro en mi texto, quizá fue un error mío y te ofrezco una disculpa. Deseo, en verdad, que el culpable cumpla su condena para siempre. En fin, gracias por comentar.
Un abrazo fuerte.