5.9.09

Parques

                                                A Yendi, Rodrigo y los cómplices de anoche.

 
Ayer fui una escritora marroquí que recitó de memoria un par de estrofas de un poeta árabe, de Ibn Hazm de Córdoba. Llegué a casa hace unas horas, tengo los labios coloreados de vino y eso me gusta. Lucen como si hubiera chupado nueve paletas azules, amoratados. Ahora que lo pienso mejor, sin tanto tinto en la sangre, sí hay un rasgo, bueno dos, del cuerpo humano que me arrebatan: los labios y el contorno de los ojos violáceos en pieles morenas (no los ojos violáceos, sino el contorno). No sé cómo explicarlo. Esas bocas que no son rosas ni rojas ni carne, sino casi moradas, color coagulo. Parece que apenas alguien las bese y  estallarán de tanta sangre acumulada en ellas. Me inquietan. Del límite de los ojos es más difícil hablar. Podría confundirse con las ojeras y sí, es algo parecido, pero no. Bueno, leve. Quizás. El caso es que ayer me hicieron esa pregunta y no la supe responder. Me sentía plácidamente ebria. Seis o siete botellas para seis o siete personas en un departamento rococó de la Del Valle. Funny. Era un cineasta y animador, dos pintoras, un psicólogo, una bióloga, un diseñador y tres escritores. Nueve citadinos que si alguien hubiera salido de su casa en medio de la lluvia los habría visto caminar con la parsimonia de quien recién perdió algo. En las bolsas del supermercado llevaban el alma y un paquete de pasta, cuatro jitomates y un pimiento morrón. Después se internaron por su propia cuenta en una sala de terapia intensiva a salvar el amor, las ilusiones. “Supe de unos novios que rompieron y cuando se reencontraron, unos siete años después, se casaron”, dijo Martha, anhelando algo así para ella. “Deberíamos contratar a tres actores y montar un teatro callejero”, dijo Rodrigo. “Mi papá es marroquí y mi mamá es mexicana”, dije. La pasta estuvo al dente; para comprobarlo, Sebastián lanzó un espagueti contra la pared y se quedó pegado. Es un experto en cocina creativa molecular, algo así. Suena chistoso. Entonces todos se enteraron de mi origen extranjero. Coincidieron en que mis rasgos parecían indios o árabes. Casi le atinaron. Me pidieron que hablara en árabe y lo hice. Se sorprendieron. Mi opinión acerca de los hombres mexicanos. La ficción se hizo realidad. Durante más de diez horas me inventé un personaje y pude encarnarlo: Diana, mujer de 26 años, descorazonada. Salió de Marruecos a los once años, vivió tres años en Francia y luego llegó a México, donde ha decidido quedarse por tiempo indefinido. Su doble nacionalidad le ha permitido obtener puestos de trabajo en lugares importantes, pero también le ha hecho fijarse una postura crítica frente al racismo del mexicano contra el mexicano. “Prefieren a los extranjeros”, dije con una pronunciación torpe, mientras fumábamos en el balcón del quinto piso. Repetían que la reunión estaba dedicada a mí, para aliviar el despecho, para menguar el dolor. Lo lograron y, en verdad, no saben cuánto se los agradezco. Supongo que les extrañó que una marroquiña cantara a José José, a Chavela Vargas y hasta Ace of Base. Confirmé su percepción sobre Tarkan, ese cantante que lanzaba besitos en sus canciones: es el Luis Miguel de Medio Oriente, aunque tampoco es tan tan popular. Me ofrecieron su amistad y yo a ellos. Había olvidado la importancia de pertenecer a una colectividad. Había olvidado lo que era una noche sin llanto. El día nos alcanzó dormidos, los niños en los sillones, las niñas en las camas. Tengo los labios ciruela y apenas unas horas de descanso. No importa, hoy tengo la vida sujetada de las manos y me aguarda una tarde emocional. Les cuento mañana, el lunes o el día que sea, mientras me baño, me echo unos taquitos, compro un vestido para hoy en el bazar de mis sueños y consigo un ingrediente (véase post 1, 03/09/09).

En off: Ya se viene el nueve del nueve del 2009. Luego pasan cosas bellas.

3 comentarios:

Pedro Luis dijo...

Me gusta la crónica post-velada y esos detalles de las platicas en las reuniones, todos tenemos nuestros diálogos que siempre llevaremos en la memoria.Yo creí que Omar Faruk era el Luis Miguel de Medio Oriente. Tú debes de tener la mejor opinión.
Saludos desde el sur

Rodrigo Garva dijo...

Mmmh. Definitivamente fue una noche peculiar, como todas las que valen la pena. Pues yo sí dormí en cama, pero tuve que salir en uno de los primeros metros, jaja. Me cayó muy bien el vino; sin reflujo. Seguiré con mi fidelidad a Las Moras.

Abrazo,

Diana Gutiérrez dijo...

Pedro Luis:
En eso de los luis migueles de Medio Oriente no soy docta, más bien ando ignorante. Me gusta la fabulación, invento. Creo que te creo más a ti que Omar Faruk es el mero mero, pero esa noche se apareció Tarkan y sólo les di la razón. Saludos

Rodrigo Garva:
Fue una noche singular, sí. Hasta extravié mi nacionalidad, je. Y bueno, qué te digo, hasta ese viernes era fiel a Concha y Toro, baratito y sabroso, pero Las Moras sabe delicioso. Otro abrazo para ti.